sábado, 17 de marzo de 2012

Sábado 17 de Marzo 2012
MAMMA MIA! – CHIQUITITA DIME POR QUÉ…
Publicado por Clarin
Escrito por Pablo O.Scholz
pscholz@clarin.com

Crítica “Mamma mia!”. La comedia musical que se estrenó ayer es una excusa para revivir canciones de ABBA.

Mamma Mía! La base y el corazón de Mamma mia! son las veintidós canciones que, en pleno auge de la música disco, el cuarteto sueco ABBA popularizó e hizo bailar a millones. Se buscó una excusa para volcarlas al escenario en el West End londinense y se creó la historia -bien de telenovela- de Sophie. A los 20 años va a casarse en una isla griega, y como no sabe quién es su padre porque su madre Donna siempre le negó saberlo, invita a los tres candidatos que, leyendo su diario íntimo, figuran como sus posibles progenitores.
El grueso de los argentinos -a menos de que sean algunos de los 50 millones de espectadores que el musical tuvo en escenarios alrededor del planeta- conoce la trama gracias a la película con Meryl Streep (Donna), Amanda Seyfried (Sophie) y Pierce Brosnan (Sam, uno de los tres candidatos a padre). Pero vayan avisados de que la película es posterior a la obra, por lo que algunas (varias) cosas han cambiado, y si esta puesta local sigue a rajatablas la que se ve en Broadway desde hace una década, no pueden echarle la culpa si por algo se sienten decepcionados.
Porque así son las cosas: el mar y las casitas griegas, en la calle Corrientes, tienen un correlato más bien pobretón. Ante tanto musical con despliegues escenográficos impactantes, el de Mamma mia! es llamativamente modesto, de una humildad franciscana. Dos paneles móviles blancos para mostrar el interior o exterior del hotel -y apelar a la imaginación del es pectador, claro-, y unas ramas verdes que suben y bajan. No es un reclamo, simplemente un lamento.
A los fanáticos de ABBA esto no debe importarles. Y allí radica el nudo del asunto.
Mamma mia! es como una fiesta en la que uno puede sentirse a gusto, o ser convidado de piedra. La obra es tan plana en su puesta en escena -no se aprovecha la profundidad, no hay ribetes o adornos ya no escenográficos- que da la impresión de que verla en un televisor sería prácticamente lo mismo. Sólo que allí no estaría el furor de los fans, que hacen palmas en algunos temas, y acompañan en los estribillos en otros.
Todo -como dice el manual de la buena comedia musical: si es drama es otra cosa- es luminoso. Las coreografías son sencillas y sólo algunas letras de las canciones han variado (no hablamos de la traducción) para “acomodarse” a la historia; otras siguen intactas e indemnes.
El elenco está mejor en los roles femeninos, con Marisol Otero a la cabeza, que en los masculinos, más macchietados. Las vueltas del musical en la Argentina han hecho que dos excelentes actores de Avenida Q -Silvana Tomé (Chow Fan) y Manuel Victoria (Gary Coleman)- hoy estén en roles desparejos, como coprotagonista (Rosie, amiga de Donna) y en el ensamble. Una cuestión de casting que a los fanáticos, a quienes va dirigida la obra, poco interesará.

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